Ella se detuvo tan solo por un instante, lo contemplo
perfectamente, de pies a cabeza. Solo tardo eso, un instante y se perdió
completamente. Se perdió en el brillo de sus ojos, en sus labios y por sobre
todo su sonrisa. Así se quedó por algunos minutos, estupefacta, sin siquiera
mover un músculo.
Agacho la cabeza y anuló de inmediato esa sensación, ya
sabía lo que seguía. No quería, ya no quería enredarse más en historias sin un
comienzo, ni un final. Solo eran historias ficticias en su cabeza, de ahí no
salían. ¿Cómo podría hacer para que ya no pase esto? ¿Por qué siempre pasaba?
La historia siempre era la misma, se repetía, se repetía sin
siquiera cambiar el guion, como si siguiese una línea de la cual no se puede correr.
Pero esta vez por alguna razón todo fue distinto, quizás las
cosas se plantearon de otra manera, quizás esta vez ya sabía cómo tomarse las
cosas y por sobre todo había aprendido algo sobre no dejarse llevar por su
imaginación quien era la que ocultaba toda la realidad.
Una vez tuvo una oportunidad con él, o algo así. Ella no quiso
estar con él, sintió que él lo hacía sin una razón, solo porque sí, por estar
con alguien, por no sentirse tan solo en esa noche fría. Ella quería que él se
arriesgase, tomase la iniciativa y no sea algo acordado entre sus dos amigos.
Creyó que era lo correcto, sintió que era lo correcto, así que solo lo dejo
pasar, pero nunca dejo de pensar si quizás hubiese hecho lo contrario algo se hubiese modificado.
Ya tenía que dejar de pensar, de imaginar lo que tendría
que ser y dejar de forzar el futuro, pero estaba convencida que por una vez lo
estaba logrando. No se sentía perdidamente enamorada ni mucho menos, solo sabía
que sentía una atracción hacia él y eso era todo, ella estaba feliz con su
decisión y como podía tomarse las cosas con calma desde ahora.